miércoles, 11 de abril de 2007

La pasión de servir a los demás

Es la forma privilegiada de actuar esta humildad es el servicio desinteresado y amoroso a los seres humanos. Esta caridad tiene expresiones exteriores imprescindibles. Pero, por encima de todo, consiste en una actitud interior de respeto, de benevolencia sincera y convencida hacia la persona de los demás. Hasta con admiración se llega a reconocer y comentar cuando en el entorno se encuentra una persona que vive una actitud de disponibilidad grande en agradar y servir a los otros.

Además, suelen ser personas alegres, abiertas, capaces de superar cualquier obstáculo y siempre con un rato disponible para hacer cualquier favor o cualquier servicio. Resulta curioso observar cómo la inmensa mayoría de las personas, en este mundo contemporáneo que vivimos, siempre están ocupadas, casi nunca disponen de tiempo para atender cualquier cuestión que se les plantea y, además, en sus conversaciones transmiten el agobio propio en el que ellos viven.
Una persona, por razón de su forma de ser, educación, espíritu de fe, etc., puede estar como en una predisposición a ser de una forma determinada. Y de modo contrario puede estar abocada a un tipo de vida opuesta al orden, al respeto a los demás, etc. Pero lo que al fin resultará definitivo serán las decisiones que en su vida vaya tomando frente a las exigencias naturales del convivir con los otros.

Estas decisiones, no pocas veces irresponsables por irreflexivas, van formando en la persona el talante que se manifestará en la relación con los demás. Intervengan todos los factores que se quiera en la formación esencial y existencial de la persona, ésta siempre tiene en su decisión final la posibilidad de ser y actuar de una forma o de otra.

Sea como sea una vida con toda su historia, siempre habrá en su devenir de los días y de los meses momentos en los que le abren fuertes e intensos interrogantes sobre sí, sobre sus actitudes y comportamientos, a los que algún tipo de repuesta dará.
Las personas serviciales que tienen unas cualidades o virtudes francamente interesantes: gente abierta, generosa, alegre, con lo que se puede pensar que ante una situación carente de todas estas cualidades no es posible servir a los demás, por tanto, a seguir la vida sin complicársela para nada.

No. Se ha dicho mucho que la persona nace como ser humano pero se hace como tal persona, mujer u hombre concreto. Lo que quiere decir que el hecho de que un tipo de personas sea notablemente menor al común no tiene otros responsables más que las propias personas, que por encima de caracteres, condiciones de vida y condicionantes de todo tipo, van decidiendo qué camino tomar y qué clase de vida quieren vivir.

Con el lavatorio de pies en la última cena Jesús nos demuestra el poder de servir a los demás. Con este símbolo Jesús nos indica ve y sírvele con amor a tu prójimo. Que bonito. No todo el mundo tiene este privilegio. Pero en cada Jueves Santo, Dios no los recuerda. Así que vivamos con el poder de servirle a los demás de corazón y con amor. Acuérdate de este refrán “Hoy por ti mañana por mi.” No es que lo hagamos a cambio de algo es que hagamos de verdad y con sinceridad.

Durante un tiempo suficiente mantengamos una actitud de servicio y de disponibilidad, sabiendo de antemano que este servir a los demás no se puede limitar a unos servicios concretos, en un horario y en unos días fijos. El servicio no nace de la propia disponibilidad que se quiera ofrecer, sino de la necesidad que tiene la persona a la que se quiere y se debe servir; a la persona a la que se debe y se quiere servir.

lunes, 9 de abril de 2007

Prudencia

La prudencia enseña al hombre a discernir lo que es bueno o malo, para seguirlo o rechazarlo; con moderación, sensatez y buen juicio, en toda la circunstancia, respecto del verdadero bien, eligiendo medios rectos para realizar los actos que sean necesarios concretar. No se debe confundir con timidez, temor, falta de decisión, sino que debe ser la virtud que conduce a las demás virtudes.

Es discreta que pasa inadvertida ante nuestros ojos. No se puede dejar de mencionar que esta virtud se encuentra considerada dentro de las “tres P”de las operaciones de la inteligencia: Paciencia, Perseverancia y Prudencia. Esta virtud obliga a no perder de vista el por qué de la acción que se está realizando.

La prudencia es el valor que nos ayuda o reflexionar y a considerar los efectos que pueden producir nuestras palabras y acciones, teniendo como resultado un actuar correcto en cualquier circunstancia. No se forja a través de una apariencia, sino por la manera en que nos conducimos ordinariamente. Posiblemente lo que más nos cuesta trabajo es reflexionar y conservar la calma en toda circunstancia; la gran mayoría de nuestros desaciertos en la toma de decisiones, en el trato con las personas o formar opinión, se deriva de la precipitación, la emoción, el mal humor, una percepción equivocada de la realidad o la falta de una completa y adecuada información.

La falta de prudencia siempre tendrá consecuencias en todos los niveles y colectivo. Es importante tomar en cuenta que todas nuestras acciones estén encaminadas a salvaguardar la integridad, como símbolo del respeto que debemos a todos los seres humanos. La verdadera lucha y esfuerzo no está en circunstancias un tanto extraordinarias y fuera de lo común: decimos cosas que lastiman a los demás por el simple hecho de habernos levantado de mal humor, de tener preocupación de trabajo; porque nos falta capacidad para comprender los errores de los demás o nos empeñamos en hacer la vida imposible a todos aquellos que de alguna manera nos son antipáticos o los vemos como rivales profesionalmente hablando.

Si nos diéramos un momento para pensar, esforzándonos por apreciar las cosas en su justa medida, veríamos que en muchas ocasiones no existía la necesidad de reprender fuertemente al subalterno, al alumno o al hijo; discutir acaloradamente por un desacuerdo en el trabajo o en casa; evitar conflictos por comentarios de terceros. Parece ser que tenemos un afán por hacer los problemas más grandes, actuamos y decimos cosas de las que generalmente nos arrepentimos.

En otro sentido, debemos ser sinceros y reconocer que cuando algo no nos gusta o nos incomoda, enarbolamos la bandera de la prudencia para cubrir nuestra pereza, dando un sin fin de razones e inventando obstáculos para evitar comprometernos en alguna actividad e incluso en una relación. ¡Qué fácil es ser egoísta aparentando ser prudente! Que no es otra cosa sino el temor a actuar, a decidir, a comprometerse.Tal vez nunca se nos ha ocurrido pensar que al trabajar con intensidad y aprovechando el tiempo, cumplir con nuestras obligaciones y compromisos, tratar a los demás amablemente y preocuparnos por su bienestar, es una clara manifestación de la prudencia. Toda omisión a nuestros deberes, así como la inconstancia para cumplirlos, denotan la falta de conciencia que tenemos sobre el papel que desempeñamos en todo lugar y que nadie puede hacer por nosotros.Por prudencia tenemos obligación de manejar adecuadamente nuestro presupuesto, cuidar las cosas para que estén siempre en buenas condiciones y funcionales, conservar un buen estado de salud física, mental y espiritual.

La experiencia es, sin lugar a dudas, un factor importante para actuar y tomar mejores decisiones, nos hace mantenernos alerta de lo que ocurre a nuestro alrededor haciéndonos más observadores y críticos, lo que permite adelantarnos a las circunstancias y prever en todos sus pormenores el éxito o fracaso de cualquier acción o proyecto.El ser prudente no significa tener la certeza de no equivocarse, por el contrario, la persona prudente muchas veces ha errado, pero ha tenido la habilidad de reconocer sus fallos y limitaciones aprendiendo de ellos. Sabe rectificar, pedir perdón y solicitar consejo.El valor de la prudencia nos hace tener un trato justo y lleno de generosidad hacia los demás, edifica una personalidad recia, segura, perseverante, capaz de comprometerse en todo y con todos, generando confianza y estabilidad en quienes le rodean, seguros de tener a un guía que los conduce por un camino seguro.